Durante su conferencia matutina, la presidenta Claudia Sheinbaum anunció que la Ruta Wixárika—conocida como el Camino a Wirikuta—ha sido inscrita oficialmente en la lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO. El reconocimiento marca un hito no solo para la conservación del patrimonio en México, sino para la visibilización global de las tradiciones espirituales indígenas vivas.
Sheinbaum calificó el anuncio como “un hecho muy importante para el pueblo wixárika y para el pueblo de México”, destacando que se trata de un tipo de reconocimiento poco común. A diferencia de monumentos o ruinas arqueológicas de civilizaciones extintas, la Ruta Wixárika es un camino sagrado que aún hoy es recorrido por las comunidades wixaritari (huicholas) como parte esencial de sus prácticas espirituales.
“No sé si es el primero, o al menos uno de los pocos, que reconoce un lugar sagrado de pueblos indígenas vivos, no de la historia de grandes civilizaciones, sino lo que este lugar sagrado significa para el pueblo hoy, desde antes y ahora,” señaló la mandataria.
Un peregrinaje sagrado a través de cinco estados
El trayecto cubre aproximadamente 500 kilómetros y comienza en San Blas, Nayarit, atravesando Durango, Jalisco, Zacatecas y concluyendo en San Luis Potosí. El destino final es Wirikuta, un desierto sagrado ubicado en la zona de Real de Catorce, considerado por el pueblo wixárika como el lugar donde nació la vida y donde se conectan con sus deidades.
Cada año, familias wixaritari recorren a pie esta ruta ancestral como parte de su peregrinaje espiritual. En Wirikuta recolectan hikuri (peyote), un cactus sagrado utilizado en ceremonias rituales. La ruta no es solo un sendero: es un paisaje biocultural lleno de manantiales, cuevas y montañas sagradas que forman parte del cosmos wixárika.
La decisión de la UNESCO: un precedente global
La inscripción de la Ruta Wixárika como Patrimonio Mundial representa una rara excepción dentro del catálogo de la UNESCO, que usualmente reconoce estructuras físicas o paisajes históricos. En este caso, la organización destacó su “valor universal excepcional como itinerario sagrado vivo que expresa la relación continua entre comunidades indígenas y sus territorios ancestrales”.
El reconocimiento no solo protege los elementos tangibles del camino —senderos, cerros, cuerpos de agua— sino también el conocimiento espiritual e intangible transmitido por generaciones. Es un paso decisivo hacia la validación internacional de la cosmovisión indígena como parte fundamental del patrimonio común de la humanidad.
Wirikuta bajo amenaza
El reconocimiento llega en un momento clave. Desde hace más de una década, Wirikuta ha estado amenazada por concesiones mineras y proyectos agroindustriales. En 2010, el gobierno mexicano otorgó más de 20 concesiones a la empresa canadiense First Majestic Silver Corp., lo que provocó una fuerte oposición de las comunidades wixaritari.
Aunque algunas de esas concesiones fueron suspendidas mediante recursos legales, el riesgo persiste. Activistas ambientales han advertido que la actividad minera y el uso intensivo de agua subterránea podrían causar daños irreversibles al ecosistema del desierto y a los sitios sagrados.
Sheinbaum reconoció estos peligros y señaló que el nombramiento de la UNESCO “representa un avance en la protección de espacios bioculturales y espirituales que están sujetos a presiones extractivas y desplazamientos”.
Una nueva visión del patrimonio
Con esta inclusión, México suma 37 sitios en la lista del Patrimonio Mundial, entre ellos zonas arqueológicas como Teotihuacan y reservas naturales como la de la Mariposa Monarca. Sin embargo, la Ruta Wixárika representa un giro en la concepción del patrimonio: es la cultura viva la que se preserva, no los restos del pasado.
Especialistas consideran que este precedente puede abrir la puerta a que otros pueblos indígenas en el mundo obtengan reconocimiento y protección para sus propios paisajes sagrados. “Es un reconocimiento poderoso”, señaló la antropóloga Laura Harjo, experta en conocimientos espaciales indígenas. “Reconoce que la tierra no es solo propiedad, sino también memoria, espíritu y comunidad.”
¿Qué sigue?
Tras la designación, se espera que el gobierno federal implemente medidas adicionales de conservación, incluyendo el reconocimiento formal del uso ceremonial del territorio, el monitoreo ambiental liderado por las propias comunidades indígenas y restricciones a futuras actividades extractivas.
También se han renovado los llamados a emitir un decreto presidencial que declare formalmente a Wirikuta como área natural y cultural protegida, administrada de manera colaborativa con los consejos wixaritari.
“Lo que estamos preservando no es solo un paisaje, sino una forma de vida”, dijo un vocero del Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas (INPI).
La inscripción de la Ruta Wixárika en la lista del Patrimonio Mundial no es solo un logro simbólico. Es un paso concreto hacia el respeto y la protección de culturas vivas que han resistido siglos de marginación. La mirada del mundo ahora se posa sobre Wirikuta, y con ella, la esperanza de que este corazón espiritual del pueblo wixárika continúe latiendo por muchas generaciones más.