La semana del 9 al 15 de agosto dejó a Puerto Vallarta en modo costero puro: mar inquieto, banderas rojas, obras en el malecón y una imagen que pocos habían visto de cerca, un submarino cruzando la bahía. Entre avisos de seguridad, cortes programados de agua y anuncios culturales, la ciudad movió su agenda con la mirada puesta en el mar y los servicios básicos.
El arranque fue con bandera roja en varios puntos de la franja turística. Protección Civil cerró temporalmente playas cuando aumentaron las corrientes de retorno y el oleaje. Los salvavidas reforzaron el mensaje de siempre: si hay bandera roja, no se entra al mar. Aun así, hubo llamados de atención continuos a bañistas que insistían en meterse donde estaba prohibido. La combinación de vacaciones, calor y oleaje largo volvió a probar la disciplina de locales y visitantes.
A media semana, la Secretaría de Marina emitió una alerta de mar de fondo para el Pacífico. El aviso incluyó a la Bahía de Banderas y pidió precaución por oleaje elevado y corrientes fuertes. La autoridad portuaria y los guardavidas ajustaron protocolos. Hoteles y prestadores de servicios empezaron a informar a sus huéspedes sobre horarios, accesos y zonas aptas para entrar al agua. La consigna fue clara: planear el día en función de la marea y respetar la señalización.
La escena que se llevó las cámaras ocurrió mar adentro. Un submarino cruzó la bahía ante la mirada de turistas, lancheros y residentes. Embarcaciones menores mantuvieron distancia mientras el navío siguió su ruta. No hubo pronunciamientos inmediatos, pero la estampa quedó registrada desde Garza Blanca hasta la zona de la API. Fue un recordatorio de que en esta bahía conviven turismo, vida marina y tránsito náutico con objetivos muy distintos.
En tierra, el Ayuntamiento avanzó con trabajos en el Malecón II y su entorno. Personal de obras públicas levantó tramos de concreto y programó reemplazos de losas y acabados. El puente peatonal en la desembocadura del río Cuale tuvo cierres parciales para maniobras. Comercios pidieron que se mantengan pasos seguros y señalizados para no cortar el flujo de clientes. La autoridad prometió tiempos acotados y supervisión diaria.
Otro punto que generó conversación fue un tope reciente en la avenida Francisco Medina Ascencio, cerca de la Zona Naval. Conductores reclamaron atrasos y maniobras bruscas en horas pico. Tránsito municipal realizó ajustes y se abrió la puerta a perfilar nuevamente el reductor para evitar embudos. La movilidad siguió como tema pendiente: más autos, más repartidores y la misma capacidad vial.
El agua también fue noticia. SEAPAL ejecutó mantenimiento preventivo y la instalación de válvulas de control de presión. Para hacerlo, programó cortes acotados en varias colonias y reparó una fuga nocturna en Las Juntas. La explicación fue técnica y sencilla: bajar fugas, estabilizar presiones y evitar reventones en plena temporada de lluvias. Los vecinos con tinaco apenas lo resintieron; quienes dependen de suministro directo, sí.
En el Centro, un venero que brotaba en la calle Guatemala volvió intransitable un tramo después de una lluvia fuerte. La solución acordada fue encauzar el flujo hacia el arroyo Camarones para liberar la vialidad. La obra, simple pero efectiva, buscó prevenir encharcamientos que dañan el empedrado y complican el paso peatonal.
La agenda ambiental tuvo doble frente. Por un lado, la temporada de tortugas alcanzó ritmo alto y la Patrulla Verde rescató nidos en playas urbanas. Se pidió a hoteles, restaurantes y residentes reducir iluminación directa hacia la arena para que las hembras aniden sin desorientarse. Por otro, autoridades locales y el equipo del Estero El Salado reforzaron el plan de convivencia con cocodrilos. El énfasis estuvo en educación, señalética y reportes inmediatos cuando haya avistamientos cerca de bocas de río o lagunas.
El turismo formal miró de reojo un tema que viene de meses: las estafas ligadas a tiempos compartidos. Tras nuevas acciones de autoridades federales y de Estados Unidos, el sector organizado reiteró que necesita barrer prácticas fraudulentas que dañan la marca Vallarta. Hoteleros y comercializadores insistieron en campañas de prevención para visitantes y en denunciar a despachos que operan con suplantación o promesas imposibles.
La ciudad, sin embargo, también celebró. El Campeonato Nacional e Internacional de Kárate trajo atletas y familias en plena canícula turística. Hoteles de gama media reportaron buen movimiento de cuartos y restaurantes cercanos a sedes deportivas notaron el repunte. Para un agosto que suele ser irregular, el evento dejó caja y actividad.
En El Pitillal se presentó el programa de Fiestas Patrias y patronales. Habrá desfiles, coronaciones, conciertos y ferias desde finales de agosto hasta septiembre. Comerciantes esperan que el calendario ayude a compensar semanas de lluvia y obras. La coordinación con Protección Civil será clave para que la fiesta no choque con el clima.
En el Cabildo surgió un viejo conocido: los parquímetros. Un regidor aclaró que no se “promueven” en este momento, aunque defendió la idea de retomar el tema para mejorar la rotación en zonas saturadas. La declaración reabrió el debate sobre qué instrumento puede ordenar el estacionamiento sin castigar al comercio de barrio.
La suma de todo dibuja la semana con nitidez. Puerto Vallarta gestionó un mar exigente, apretó tuercas a su infraestructura y sostuvo la agenda cultural que da vida a la ciudad. Las banderas en la playa recordaron que la bahía impone reglas. Las válvulas y las obras dejaron claro que los servicios no se sostienen solos. Y el paso inesperado de un submarino le regaló a la crónica local una imagen que, por raro, unió a curiosos y escépticos en la misma orilla. Aquí, a veces, basta mirar el mar para entender la noticia del día.